miércoles, 3 de diciembre de 2008



Siempre que viajo escribo. Me refiero a un diario de viaje. Esta vez quise que fuera distinto. Entonces recorté y pegué. Empecé con una lapicera azul, la tijera de mi victorinox y una plasticola. Después fui incrementando mis insumos. Añadí celoplín (así se le dice, en la zona de influencia, a la cinta scotch), dos microfibras indelebles (una negra, la otra roja) y una tijera de plástico. Pasó, de ser una libreta blanca de tapas negras, a un acordeón imposible de cerrar. Si hay un lugar de Berlín que haya sido mi casa, tiene que ser éste.

No hay comentarios: