lunes, 8 de diciembre de 2008

Hace poco caminaba por Nikolaiviertel. Había ido a ver el museo de Zille. Salí al caer la tarde, con la última luz. Hice unos pasos hacia adelante, hacia el Spree. Antes, entre el agua y yo, estaba San Jorge. Mataba al dragón. Me gustó que estuviera ahí, en ese lugar, en esa hora, en ese día. Que mis enemigos, si tienen ojos que no me vean, si tienen oidos que no me sientan, si tienen boca que no me difamen, si tienen manos que no me agarren, si tienen pies que no puedan caminar y que todo el mal que me deseen se les de vuelta para ellos. San Jorge es un santo que no se rechaza. A uno le sale al encuentro, y uno lo acepta. Me pregunto qué significará esto.

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