viernes, 28 de noviembre de 2008

Cualquiera que haya viajado lo sabe: para volver hay que dejar algo inconcluso.
Dejo, sin ver, en Berlín, la última temporada de Friends.
¿Calificará esto como causal de regreso?

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Hace ya varios días que leí, en el diario, una reseña de un libro de Magnus. Decía, la reseña, que el libro hablaba de Berlín. El libro se llama Muñecas. Supe inmediatamente que tenía que leerlo. Hoy finalmente lo conseguí. Lo abrí. Dice la dedicatoria: Para M., porque sin ella yo desesperaría. Los libros me hablan mucho, últimamente.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Habrá muchas cosas que extrañar cuando me vaya. El periódico barrial de cada sábado. La mayonesa de remoulade. Los panes. Las tazas del café con leche. El schokocroissant que iba con el mate. El olor de la casa de A&A. Los mensajes al celular, cuando eran en inglés. Las compras baratas y compulsivas. Tamino pidiendo caramelos. Los capítulos de Friends, en compañía. Las noches de bares. Mis modelitos berlineses. El rojo de la ciudad en este otoño. Haber sido Darth Vader. Combinar con la U1 en Kottbusser Tor. Las tortas del Hotel California. Mi cocina. Mis cactus. Mis ventanas. La cuadra nocturna que me traía del Edeka. El verano, a orillas del río en Kreuzberg. La lluvia de las seis de la tarde. Cualquier lluvia en cualquier calle. Voy a extrañar Berlín bajo la lluvia.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Ayer hice un enorme descubrimiento. Rectifico: lo hicieron por mí. Caminaba por el barrio que me tocó en suerte (este calificativo es ciertamente irónico). Caminaba con una amiga argentina. Era el otoño en Wilmersdorf. Era de día. Hojas secas y mojadas en la vereda. Un par de autos. Menos gente. Un Kaisers en una esquina. Luego, casas residenciales. Intentaba transmitirle, a mi amiga argentina, la sensación de vivir ahí. La captó enseguida. Le dio un nombre: silencio. Absoluto silencio en la calle. No hay personas que hablen. Ni autos que toquen bocina. Ni pasen con la música en alto. Ni siquiera los supermercados tienen música ambiente. Nada. Completo silencio. Juro que no me había dado cuenta. Digo: no de esa manera tan profunda y tan explicativa. Entonces pensé en Neukölln, el barrio turco donde vivía. Y de golpe vi el silencio que ya no veía. Es pavorosamente asombroso cómo puede uno dejar de notar ciertas cosas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Ya me lo había dicho mi profesor de alemán. Que también era profesor de historia. Que los nórdicos suelen usar, para sus insultos, referencias escatológicas. Que los latinos, en cambio, apelamos más a la sexualidad (a la genitalidad, si se quiere). Supongo que algo tendrá que ver, en esto, la diferencia entre el protestantismo y el cristianismo (me pasa muy seguido, en esta ciudad, de recordar a Weber). La cosa es que no sólo lo escatológico pica en punta. En materia de insultos, parece que el mundo animal también viene en alza. Dumme Kuh es algo feo de decirle a una mujer cuando realiza alguna tontería. Significa "vaca tonta". En el paradigma putativo alemán, siendo la vaca un animal tonto, ser una vaca tonta es la peor de las redundancias. Al hombre tonto también le toca lo suyo. Es un Hornochse. Un estúpido, claro, pero de marca animal. O sea: un buey. O sea: algo que ya no tiene huevos. O sea: casi una vaca (¿algo así como un toro gay?). En fin. La cosa es que me dicen, los que saben, que decirle a alguien Dumme Kuh es decirle algo fuerte. Desde el fondo de mi latinidad y mi sustrato cultural de cristianismo, no puedo evitar sonreirme. Los alemanes siguen dándome, en ciertos casos, mucha ternura.

domingo, 2 de noviembre de 2008


el mejor milchkaffee que tomé hasta ahora. en el bar del ancla y los pescaditos en las paredes. donde un cartel atrás de la barra señala que los "unattended children will be sold as slaves" (niños no atendidos serán vendidos como esclavos).

sábado, 1 de noviembre de 2008


Mucho se dice sobre la seguridad en Berlín. Se dice que uno puede caminar tranquilo, de noche, por la calle. Se dice que uno puede llevar el bolso abierto colgado al hombro e ir papando moscas. Se dice que uno puede andar en U-Bahn a las 4 de la mañana, sin riesgo alguno. Se dice, en fin, que acá no pasa nada. Denuncio, sin embargo, que esto no es cierto. Días atrás, en este abúlico barrio de viudas en que vivo, a plenas e inocentes horas de la tarde, bajo la todavía existente luz del día, tiraron un huevazo en mi ventana. Temo un ataque racista.