martes, 21 de octubre de 2008

Me acuerdo el día. Preparaba el almuerzo. De fondo sonaba el noticiero de Telefé. Pasaban unas imágenes de un recital de Mercedes Sosa. Cantaba una zamba que nunca antes había escuchado. No sé para que volviste/si te empezaba a olvidar/no sé si ya lo sabrás/lloré cuando vos te fuiste/no sé para qué volviste/qué mal me hace recordar/La tarde se ha puesto triste/y yo prefiero callar/para qué vamos a hablar/de cosas que ya no existen/no sé para qué volviste/ya ves es mejor no hablar. No digo nada desconocido si digo que hay canciones que te explican. Esa canción, en esa voz, me explicaba muchas cosas. La busqué en el e-mule. No la encontré cantada por ella. La versión que tengo en mi mp3 la cantan Los Visconti. Me acompañó por muchas calles y muchos viajes en el 55. Estuvo ahí mientras miraba el Cristo, tirada en la arena de Niterói. Estuvo también acá, mientras esperaba, sentada en un banco, el S-Bahn en Yorkstrasse. Siempre, a cada momento, me explicó algo. El lunes estuve sentada en la Philarmonie. Entró ella. Digo: Mercedes Sosa. La tercera canción fue esa (el tres siempre me pareció un número mágico). Qué pena me da/saber que al final/de este amor ya no queda nada/sólo una pobre canción/da vueltas por mi guitarra/y hace rato que te extraña/mi zamba para olvidar. De las muchas veces que escuché, en vivo, a Mercedes Sosa, nunca pude escucharle esta canción. Voy a decir algo que diría Borges: si para poder escuchar esta zamba, en esta voz, tuve que venir acá, Berlín se justifica.

2 comentarios:

pauli dijo...

la zamba de mi esperanza, de su esperanza, martita, es la que conviene escucha ahora; las otras, que se vayan a las lunitas tucumanas.

marthita dijo...

me pasa la letra?