viernes, 27 de junio de 2008

Existe una extraña conjunción comunicativa en Berlín.

La gente, por ejemplo, hace gala de una parca amabilidad. Corrijo: con el término “amabilidad” tal vez esté siendo exagerada. Tal vez sería mejor aludir a “corrección”. Uno pregunta, la gente contesta. No se debe esperar más que eso. Generalizo, cierto, pero sospecho que confirmaré esta afirmación cuando llegue el momento de la cuenta regresiva. Hablo sobre todo del funcionario o del hombre de servicios. El señor que se encarga de vender las tarjetas para el U-Bahn, por ejemplo. Entro. Sonrío, en anticipado pedido de disculpas por mi alemán. Pronuncio, lo mejor que puedo: “4-Fahrten-Karte, bitte”. El señor se limita a poner los tiquets sobre el mostrador y a anunciarme el precio de la compra. Le pongo la plata en el platito correspondiente*. Me deja el vuelto en el mismo lugar. Una interacción monologada.

Las máquinas, por el contrario, son altamente parlanchinas. El subte te habla todo el tiempo. Uno llega al andén y en cada uno hay un cartel que anuncia la dirección del vagón y los minutos que faltan para que arribe. Los relojes -hasta ahora- jamás se han equivocado. Llega el subte. Te dice: “einsteigen, bitte” (subir). Pasan unos segundos. Vuelve a hablar: “zurück bleiben, bitte” (permanecer donde está). Arranca. Al rato: “nächste Station: Hermannplatz” (próxima estación: Hermannplatz). Y añade: “aussteigen: links” (descenso: izquierda). Y así todo el recorrido. Uno se siente infinitamente acompañado. Y no solamente el subte se comunica. También lo hacen los ascensores. “Erdgeschoss”, “fünfte etage”, “keller”, usw. Menos mal que ellos te hablan, porque la gente, cuando se transporta en ellos, enmudece. En los ascensores no se habla. Creo que hasta se contiene la respiración y se llega a destino sofocado. Aun no descubro si la gente no habla para no tapar la bella voz ascensoril o si la bella voz ascensoril viene a suplir la falta de voz humana. Qué misterio.




*Porque nadie parece dar ni recibir plata en mano. Siempre hay unos platitos o bandejitas para depositar el dinero. Aun no descubro qué horrible falta de educación se esconde en tal intercambio.

3 comentarios:

recabarren dijo...

Antes que nada, celebro que vuelvas al vicio, Martita.
No conozco Berlin, nunca estuve en Alemania. Y aunque efectivamente coincide lo que contás con el estereotipo que por estas latitudes tenemos de los alemanes, no deja de impresionarme un poco que seas justamente vos la que venga a sorprenderse porque alguien más hable poco.

marthita dijo...

estimado recabarren, dichosos los ojos! medito sus palabras. será que encontré mi lugar en el mundo?

pd: por ser el primer participante, se ha hecho acredor, a mi regreso, de una plática conmigo de -oígase bien- totales cinco minutos!

recabarren dijo...

Muchas gracias por semejante honor, Martita.
Por acá, de todos modos, no dejamos de esperar que éste sea su lugar en el mundo.